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La Guerra de las Drogas entre USA y Latinoamérica

Por cada líder que un cartel perdía. Por cada sicario asesinado. Por cada célula que se descabezaba, el grupo superviviente se transformaba en una entidad independiente. Siendo, de esta manera, más difícil de identificar y entender su funcionamiento. Es una guerra que han perdido Estados Unidos y su DEA. La gran potencia mundial, país creador del “war on drugs”.
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En el verano de 1973 los Estados Unidos crean la DEA. Con jurisdicción federal en todo el país y un presupuesto de 116 millones de dólares, se convierte en la agencia responsable de todas las investigaciones y operaciones anti-drogas del país. Además, la ‘Drug Enforcement Administration’ coopera con diferentes países en la lucha conjunta contra el narcotráfico.

La DEA no fue más que una consecuencia lógica y práctica a las palabras pronunciadas por Richard Nixon un par de años antes: “Las drogas son el enemigo público número 1”. El verano del amor de 1967 trajeron a EEUU los hippies, Jimmy Hendrix y la crítica por la guerra de Vietnam. Esta vertiente social más progresista de lo que estaban acostumbrados a ver en territorio norteamericano, consumían LSD y marihuana como forma de expresión de protesta. Nixon, en medio de una crisis política, apeló a la mayoría silenciosa que no entendía esta contracultura y potenció la DEA. Demonizar el consumo de drogas fue la coartada perfecta para criminalizar a los estamentos más críticos y, además, adentrarse en países latinoamericanos.

La DEA conquista América: Colombia y México

Los países con mayor índice de crímenes son aquellos de Latinoamérica donde se produce droga: Colombia, Venezuela, Honduras o México. Aunque las sustancias se consumen en otros países, su negocio provoca a estos una tasa altísima de violencia, corrupción y caos político.

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El paradigma podría ser Colombia. Descrito como un país de droga, sus diferentes gobiernos han gastado, durante décadas, millones en seguridad. Y muchas veces en vano. Ayudado por esta especie de “boom narco” que se está viviendo por la serie de Netflix, la figura de Pablo Escobar sigue siendo recordada. El primer traficante de la historia convertido en figura pop, asesinó, entre otros, a Luis Carlos Galán en 1989 cuando se postulaba a presidir el país. Un cuarto de siglo después su legado lo ha tomado su propio hijo Juan Manuel Galán, el cual promueve como diputado una iniciativa para legalizar la marihuana: La guerra contra las drogas es una guerra tonta y perdida. Hemos pagado un precio muy alto y hay que buscar nuevos caminos, políticas y soluciones. Y reconocer que las drogas siempre han estado en la humanidad”.

Pero mientras Galán promueve la legalización del cannabis y descriminaliza el consumo de drogas por considerarlo intrínseco al ser humano, la policía de su país continúa la cooperación con la DEA y se gasta 10 mil millones de dólares en el denominado “Plan Colombia”.

Creado en 1999 durante los mandatos de Bill Clinton y Andrés Pastrana, los principales objetivos del tratado son mirados desde diferente ángulo según te sitúes en Washington o en Bogotá. Mientras Estados Unidos quiere detener el chorreo de drogas ilegales hacía su país, Colombia tan solo quiere la paz. Es decir, USA manda militares para luchar en una guerra contra el narcotráfico y el país latinoamericano busca ofrecer alternativas sociales y económicas a los campesinos para que tengan otra opción a la del cultivo para narcos.

La guerra contra las drogas en México, liderada por Felipe Calderón durante su mandato entre 2006 y 2012, causó 80 mil muertos. La mayoría jóvenes de entre 15 y 24 años. Sin embargo, su antecesor en el cargo Vicente Fox (2000-2006), es hoy en día un político pro-despenalizador: Hay que terminar con la prohibición y dejar de obedecer a EEUU porque solo mira por sus intereses”. Fox lo tiene muy claro. Es de los que piensa que la legalización de distribución y venta de drogas supondría un golpe a la estructura económica de los cárteles. El ex presidente defiende el típico discurso anti-yanqui: “A EEUU le interesa sacar la guerra fuera de sus fronteras, aunque al final los consumidores sean ellos”. 

Actualmente México está estudiando la posibilidad de legalizar la marihuana para uso recreativo tras la legalización para uso medicinal.

Uruguay y Bolivia, la resistencia

En el otro extremo se encuentra Uruguay. Desde 2014, primer país del mundo en regularizar la marihuana. Si viajamos al país charrúa tenemos permitido cultivar hasta seis plantas o formar parte de un club de cannabis junto a otras 44 personas y 99 plantas. Además, ya hay dos empresas que se encuentran en plena producción de cannabis y las farmacias del país acabarán el año vendiendo la hierba.

Desde que expulsaron a la DEA en 2008, fuera de las redes yanquis también se encuentra Bolivia. Su presidente Evo Morales defiende que han reducido las plantaciones sin la necesidad de marcar a los cultivadores de coca: “La mejor política antidroga no necesita a la DEA”.

Bolivia luchó por uno de sus productos más importantes: la hoja de coca. Con su penalización en la ‘Convención de Estupefacientes’ de 1961, el país boliviano veía como su materia prima principal y una de sus tradiciones más ancestrales, el mascado de coca, quedaba prohibido. Salvo una excepción. La exportación de coca en jarabe para la Coca-Cola estaba permitida. Ya lo dijo Groucho Marx“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

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