Guerra contra la marihuana de las industrias del alcohol y farmaceutica

Nemesio

La marihuana como droga de salida

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Quizá una de las cantinelas que más hemos tenido que soportar los que alguna vez hemos sido sorprendidos con marihuana es la de que “se empieza por los porros y se acaba con la jeringuilla”. En Diario420 estamos de acuerdo en que es importante concienciar a adolescentes y jóvenes acerca del peligro del consumo de marihuana y las drogas en general mientras el cerebro aún se está desarrollando, pero abogamos por hacerlo más con argumentos reales que con mitos. La marihuana como “droga de entrada” es un cuento de la vieja que tiene poco fundamento en la ciencia moderna y en datos empíricos.

No, ninguna droga es la puerta de entrada a otras cosas peores, de la misma manera que tomar de vez en cuando una copa o una cerveza no es la entrada al alcoholismo. La drogodependencia no se debe tanto a las sustancias en sí como a las características de determinadas personas que les predisponen a la adicción. Prueba de ello es la enorme cantidad de consumidores responsables de alcohol o marihuana, que modulan la moderación en función del contexto, y que no están enganchados a estas u otras sustancias. De hecho, la inmensa mayoría de consumidores responde a este perfil.

Con ello no queremos decir en absoluto que no haya riesgos para los jóvenes que consumen marihuana. Insistimos: los hay, y muchos. Pero debemos también remarcar esta idea: el hecho de que un joven entre en contacto con drogas mucho más destructivas a través de la marihuana, no se debe en absoluto a que haya algo en la marihuana que produzca una necesidad de colocarse con sustancias cada vez más duras, sino porque la situación de ilegalidad de la marihuana hace que aumente la probabilidad del contacto del joven con otras sustancias cuando acude a la calle y a las mafias. Súmale a eso la falta de educación y formación que hay en nuestra sociedad sobre drogas.

Pero, ¿y si resulta que lejos de ser una droga de entrada, pudiese ser la marihuana una droga de salida?

Antes de adentrarnos en esta potencialmente polémica afirmación vayamos con algunos hechos: el Institute of Medicine y el Rand Corporation’s Drug Policy Research Center concluyen que “la marihuana no tiene ninguna influencia causal sobre la iniciación en las drogas duras”. En contraste, aumenta la evidencia de que el cannabis puede ser usado como una transición para abandonar dependencias de sustancias más peligrosas como los opioides, el alcohol, medicamentos, cocaína y tabaco.

Por ejemplo, en aquellas jurisdicciones donde el consumo de marihuana es legal, las investigaciones han constatado una reducción constante del abuso de opioides y la mortalidad asociada. Poco después de la legalización, las muertes asociadas a opiáceos y heroína se redujeron un 20% según datos de la Journal of the American Medical Association. En general, los investigadores del estudio concluyeron que “los estados con leyes sobre el cannabis medicinal tienen una tasa media anual de mortalidad por sobredosis de opiáceos un 24,8 por ciento menor que la de estados sin leyes sobre el cannabis medicinal”. Los datos publicados el pasado mes de abril en la revista Drug and Alcohol Dependence también reportan una dramática disminución en las hospitalizaciones relacionadas con analgésicos opiáceos después de la legalización.

Con estos datos sobre la mesa, nadie debería de escandalizarse al conocer que hay una clínica de rehabilitación de drogodependencias en Los Ángeles, que emplea la marihuana como una sustancia intermedia para tratar las adicciones a drogas duras de sus pacientes. Hablamos de High Sobriety.

High Sobriety ofrece una alternativa para aquellos drogodependientes con los que los métodos tradicionales de rehabilitación, habitualmente basados en la abstinencia, han fracasado. De hecho, según datos de la SAMHSA (Substance Abuse & Mental Health Services Administration), solo un 25% de las personas que siguen este tipo de programas basado en la abstinencia, no recaen. En High Sobriety quieren ocuparse del 75% restante.

Con los datos presentados, todo cobra sentido: sustituir una dependencia potencialmente letal por otra no letal es ya un enorme éxito. También hay profesionales como el Dr. Mark Wallace, presidente de la división de medicina del dolor del departamento de anestesia de la Universidad de California, que usa la marihuana para ayudar a los pacientes a desengancharse de los opiáceos. El Dr. Wallace afirma que la mayoría de pacientes continua usando la marihuana, pero por otro lado los mismos pacientes le cuentan acerca de los opiáceos que se sentían como si fueran esclavos de esa droga y que ahora sienten que han recuperado su vida. En este sentido dice el Dr. Reiman, consultor no remunerado de High Sobriety:

“No hay ninguna razón científica para creer que es mejor ser completamente miserable y sobrio que consumir cannabis de vez en cuando, o incluso con bastante regularidad, como adulto, y ser funcional, feliz y productivo. El consumo de cannabis es una práctica relativamente segura”.

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